Escrito por: David Cruz
El rápido fortalecimiento en el siglo XXI de las relaciones económicas de América Latina y el Caribe (en adelante, ALC) con China es uno de los hechos más estudiados de la historia reciente de nuestra región . Se trata de algo muy relacionado con el énfasis del comercio de materias primas y con la reprimarización de las economías de este lado del mundo. Inicialmente, las inversiones chinas se dirigieron a actividades extractivas asociadas a la alta emanda, en el país asiático, de alimentos, energía y minerales, provocada por su
acelerado crecimiento económico y por su industrialización (Svampa y Slipak,
2015).
La estrategia de la República Popular China ha sido diversa en el establecimiento de numerosos acuerdos de cooperación y de asociaciones estratégicas con los países de la región. En Chile, Costa Rica y Perú, se negociaron tratados de libre comercio, mientras con Venezuela, se estableció una cooperación energética en la que el petróleo ha sido el elemento central (Piña, 2019). Brasil, por su parte, destina a ese país el 70 % de sus exportaciones agropecuarias (Cepal, 2018) y es un aliado clave para la provisión de productos como la carne y la soja.
Investigaciones recientes señalan que durante los últimos cinco años se diversificaron las inversiones de China en ALC y se dirigieron también a la manufactura y a los servicios. Entre 2000 y 2018, los flujos de inversión extranjera directa (IED) se concentraron en materias primas (60,02 %), manufacturas (8,62 %) y servicios y mercado interno (30,76 %). En 2018, las materias primas representaron el 53,39 % (Dussel, 2019b). Pese a haber reducido su participación, las materias primas se mantienen como el principal sector de inversión de este mercado.